martes, 9 de febrero de 2016

Epílogo: "El hundimiento"



De entre todos los resultados electorales que deparó el 20-D uno de los menos analizados ha sido la salida de Unión, Progreso y  Democracia del Congreso de los Diputados. Cómo un partido puede pasar de 1.140.000 votos a 153.000 en tan solo 4 años a pesar de una sobresaliente labor parlamentaria. Cómo la formación pionera en hacer bandera de la regeneración democrática puede pasar del 13,7% de intención de voto en el sondeo de Metroscopia de abril de 2013 al 0,6% actual. Frente a las explicaciones de sus dirigentes culpando de la debacle a una gran conspiración de la que formarían parte medios de comunicación, empresas de opinión, el IBEX 35 y el resto de la clase política es posible que otras circunstancias expliquen en parte como llegaron, o llegamos, hasta aquí:

Un hiperliderazgo caduco. Desde que Rosa Díez abandonó su escaño como eurodiputada del PSOE y comenzó un mes más tarde a liderar el partido recién creado, su figura quedaría ligada para siempre a la de UPyD. Su carisma fue clave para que por primera vez  en décadas una nueva formación entrase en el Congreso de los Diputados en el año 2008, manteniéndose posteriormente durante años como la líder política mejor valorada. Con el nuevo escenario que se abrió con la irrupción de Podemos, la importante caída en su valoración que mostraban las encuestas parecía señalar que una parte importante de la sociedad quería pasar página respecto a la generación de políticos que nos acompañaba desde la transición. Sin embargo, y a pesar la de los pésimos resultados que arrojaron las elecciones anticipadas en Andalucía, Rosa Díez prefirió no asumir responsabilidades, huir de cualquier tipo de autocrítica y cortar el paso a otras figuras políticas que pudiesen hacerle sombra mientras preparaba el camino al que sería su sucesor.

La incapacidad para situarse en el nuevo tablero político. Es de justicia reconocer el papel revolucionario de UPyD en la lucha contra la corrupción, la transparencia institucional, la supresión de las diputaciones o la reforma de la Ley Electoral pero no es menos cierto que ha sido incapaz de transmitir un programa de gobierno alternativo. UPyD se refugió en la “transversalidad” como enganche para aglutinar lo mejor de la izquierda y de la derecha. Sin embargo, más allá de las etiquetas ocho años después muchos españoles seguían sin conocer que proponía UPyD en temas tan importantes como Sanidad o Educación. Por si no fuera suficiente, tras las elecciones europeas el eje izquierda - derecha se ve superado por el eje nuevo – viejo.  Frente a la “casta” de PP y PSOE surge la “nueva política” de Podemos y Ciudadanos. La paradoja de UPyD radica en que a pesar de ser un partido relativamente reciente (constituido un año después que Ciudadanos) el hecho de que siguiese liderado por Rosa Díez lo situó más cerca de lo antiguo dificultándole encontrar su hueco entre las nuevas opciones políticas.

La no unión con Ciudadanos. Fueron varios los intentos de que ambos partidos se uniesen en uno solo. Para la sociedad el único culpable de que esto no sucediese, sea cierto o no, ha sido la intransigencia de UPyD. Las muestras de rechazo a una formación a todas luces similar llegaron al absurdo con el artículo de Rosa Díez publicado el pasado mes de marzo en este periódico titulado “Diez diferencias entre UPyD y Ciudadanos”. Por supuesto que existían diferencias pero en un tiempo en el que se demandan grandes consensos el rechazo de plano a cualquier entendimiento se castiga electoralmente. La estrategia de UPyD en los últimos meses de atacar constantemente a Ciudadanos ha sido diametralmente opuesta a la de IU hacía Podemos y seguramente esa sea una de las razones por la que una formación haya sobrevivido y otra no lo haya hecho al empuje de los “partidos emergentes”.

Una desastrosa gestión interna. La que fue cuarta fuerza política en España nunca superó los seis mil afiliados. Una cifra irrisoria si se tiene la ambición de transformar un país pero perfecta si lo que deseas es un control férreo de la organización. UPyD  ha demostrado que no por hacer centenares de procesos de primerias  un partido político es más democrático si estas se limitan solo a los cabezas de lista o si la ausencia total de avales lleva a tener que elegir entre decenas de candidatos con una desequilibrada asignación de recursos y sin posibilidad de segunda vuelta. Del mismo modo las listas abiertas se quedan en un simple reclamo cuando el número de votos a emitir es tan grande que impide a los afiliados de base conocer a los delegados y permite que las listas de recomendación de voto promovidas desde el “aparato” copen todos los órganos del partido. UPyD erró también al no premiar con mayores responsabilidades a los centenares de profesionales que en su primer contacto con la política, desinteresadamente y ocupando su tiempo libre, se encontraban detrás del gran trabajo institucional. La lista a las elecciones europeas de 2014 que con una media de edad de 60 años en sus cinco primeros puestos  incluía hasta tres personas que ya habían pasado previamente por varios partidos políticos fue un reflejo de lo que no eran las bases del partido.

Una mala estrategia de comunicación. La formación magenta en sus comienzos fue ejemplar en la utilización “amateur” de las redes sociales generando una corriente de simpatía sin la cual nunca hubiese podido abrir esa primera brecha al bipartidismo. Sin embargo, la última encuesta del CIS le situaba como el partido político que mayor rechazo generaba entre los españoles a pesar de éxitos innegables como la querella contra Bankia. Negarse a acudir a determinados medios o a determinadas tertulias políticas, mantener una actitud desafiante hacia los periodistas o rechazar las invitaciones a comentar la actualidad informativa son solo algunas de las decisiones equivocadas que convirtieron a UPyD en un partido huraño y alejado de la sociedad. Cuando el número de competidores políticos aumentó era ya demasiado tarde para reconducir el rumbo.

Seguramente cada uno delos que en algún momento formamos parte de UPyD tendremos nuestra visión del hundimiento. Sirva este análisis para que los partidos que se dicen nuevos, o los que puedan surgir en un futuro,  no cometan los mismos errores. Sirva también como asunción de responsabilidades por haber sido participe de muchas de las decisiones equivocadas que malograron un proyecto tan ilusionante y que podría haber cambiado la política de nuestro país.

David Andina Martínez fue miembro del Consejo de Dirección de UPyD entre los años 2009 y 2015.

Publicado el 8/02/2016 en el Huffington Post.