De entre todos los resultados electorales que deparó el 20-D
uno de los menos analizados ha sido la salida de Unión, Progreso y Democracia del Congreso de los Diputados. Cómo
un partido puede pasar de 1.140.000 votos a 153.000 en tan solo 4 años a pesar
de una sobresaliente labor parlamentaria. Cómo la formación pionera en hacer
bandera de la regeneración democrática puede pasar del 13,7% de intención de
voto en el sondeo de Metroscopia de abril de 2013 al 0,6% actual. Frente a las
explicaciones de sus dirigentes culpando de la debacle a una gran conspiración
de la que formarían parte medios de comunicación, empresas de opinión, el IBEX
35 y el resto de la clase política es posible que otras circunstancias
expliquen en parte como llegaron, o llegamos, hasta aquí:
Un hiperliderazgo caduco. Desde que Rosa Díez abandonó su
escaño como eurodiputada del PSOE y comenzó un mes más tarde a liderar el
partido recién creado, su figura quedaría ligada para siempre a la de UPyD. Su
carisma fue clave para que por primera vez
en décadas una nueva formación entrase en el Congreso de los Diputados
en el año 2008, manteniéndose posteriormente durante años como la líder
política mejor valorada. Con el nuevo escenario que se abrió con la irrupción
de Podemos, la importante caída en su valoración que mostraban las encuestas parecía
señalar que una parte importante de la sociedad quería pasar página respecto a
la generación de políticos que nos acompañaba desde la transición. Sin embargo,
y a pesar la de los pésimos resultados que arrojaron las elecciones anticipadas
en Andalucía, Rosa Díez prefirió no asumir responsabilidades, huir de cualquier
tipo de autocrítica y cortar el paso a otras figuras políticas que pudiesen
hacerle sombra mientras preparaba el camino al que sería su sucesor.
La incapacidad para situarse en el nuevo tablero político. Es de
justicia reconocer el papel revolucionario de UPyD en la lucha contra la
corrupción, la transparencia institucional, la supresión de las diputaciones o la
reforma de la Ley Electoral pero no es menos cierto que ha sido incapaz de transmitir
un programa de gobierno alternativo. UPyD se refugió en la “transversalidad”
como enganche para aglutinar lo mejor de la izquierda y de la derecha. Sin
embargo, más allá de las etiquetas ocho años después muchos españoles seguían
sin conocer que proponía UPyD en temas tan importantes como Sanidad o Educación.
Por si no fuera suficiente, tras las elecciones europeas el eje izquierda - derecha
se ve superado por el eje nuevo – viejo.
Frente a la “casta” de PP y PSOE surge la “nueva política” de Podemos y
Ciudadanos. La paradoja de UPyD radica en que a pesar de ser un partido
relativamente reciente (constituido un año después que Ciudadanos) el hecho de
que siguiese liderado por Rosa Díez lo situó más cerca de lo antiguo dificultándole
encontrar su hueco entre las nuevas opciones políticas.
La no unión con Ciudadanos. Fueron varios los intentos de que
ambos partidos se uniesen en uno solo. Para la sociedad el único culpable de que
esto no sucediese, sea cierto o no, ha sido la intransigencia de UPyD. Las
muestras de rechazo a una formación a todas luces similar llegaron al absurdo
con el artículo de Rosa Díez publicado el pasado mes de marzo en este periódico
titulado “Diez diferencias entre UPyD y Ciudadanos”. Por supuesto que existían
diferencias pero en un tiempo en el que se demandan grandes consensos el
rechazo de plano a cualquier entendimiento se castiga electoralmente. La estrategia
de UPyD en los últimos meses de atacar constantemente a Ciudadanos ha sido
diametralmente opuesta a la de IU hacía Podemos y seguramente esa sea una de
las razones por la que una formación haya sobrevivido y otra no lo haya hecho
al empuje de los “partidos emergentes”.
Una desastrosa gestión interna. La que fue cuarta fuerza
política en España nunca superó los seis mil afiliados. Una cifra irrisoria si se
tiene la ambición de transformar un país pero perfecta si lo que deseas es un
control férreo de la organización. UPyD
ha demostrado que no por hacer centenares de procesos de primerias un partido político es más democrático si
estas se limitan solo a los cabezas de lista o si la ausencia total de avales
lleva a tener que elegir entre decenas de candidatos con una desequilibrada
asignación de recursos y sin posibilidad de segunda vuelta. Del mismo modo las
listas abiertas se quedan en un simple reclamo cuando el número de votos a
emitir es tan grande que impide a los afiliados de base conocer a los delegados
y permite que las listas de recomendación de voto promovidas desde el “aparato”
copen todos los órganos del partido. UPyD erró también al no premiar con
mayores responsabilidades a los centenares de profesionales que en su primer
contacto con la política, desinteresadamente y ocupando su tiempo libre, se
encontraban detrás del gran trabajo institucional. La lista a las elecciones
europeas de 2014 que con una media de edad de 60 años en sus cinco primeros
puestos incluía hasta tres personas que
ya habían pasado previamente por varios partidos políticos fue un reflejo de lo
que no eran las bases del partido.
Una mala estrategia de comunicación. La formación magenta en
sus comienzos fue ejemplar en la utilización “amateur” de las redes sociales generando
una corriente de simpatía sin la cual nunca hubiese podido abrir esa primera
brecha al bipartidismo. Sin embargo, la última encuesta del CIS le situaba como
el partido político que mayor rechazo generaba entre los españoles a pesar de
éxitos innegables como la querella contra Bankia. Negarse a acudir a
determinados medios o a determinadas tertulias políticas, mantener una actitud
desafiante hacia los periodistas o rechazar las invitaciones a comentar la
actualidad informativa son solo algunas de las decisiones equivocadas que convirtieron
a UPyD en un partido huraño y alejado de la sociedad. Cuando el número de
competidores políticos aumentó era ya demasiado tarde para reconducir el rumbo.
Seguramente cada uno delos que en algún momento formamos parte de UPyD tendremos nuestra visión del hundimiento. Sirva este análisis para que los partidos que se dicen nuevos, o los que puedan surgir en un futuro, no cometan los mismos errores. Sirva también como asunción de responsabilidades por haber sido participe de muchas de las decisiones equivocadas que malograron un proyecto tan ilusionante y que podría haber cambiado la política de nuestro país.
David Andina Martínez
fue miembro del Consejo de Dirección de UPyD entre los años 2009 y 2015.
Publicado el 8/02/2016 en el Huffington Post.