miércoles, 9 de julio de 2008

la política en España

Os dejo dos artículos de Francisco Jerez que he rescatado de la web de UPyD y que en en mi opinión son de lectura obligada. Fran es, además de un buen amigo, el asistente parlamentario de Rosa Díez.

Políticos al eterno Caribe (01/07/08)

Quede claro que siento vergüenza por el actual funcionamiento del Congreso de los Diputados. Trabajando junto a los leones, he sacado mi primera conclusión: la Cámara Baja desprestigia la palabra política y deshonra a los ciudadanos. Empero, estoy convencido del crucial rol que ha desempeñado esta Institución en la escueta e intensa democracia española.

Me gustaría contar los cambios presenciados desde que describí la actividad de esta plaza de toros con políticos. Pero no tengo nada que aportar a una semana en que el ruedo estuvo ¡cerrado por vacaciones! Los Diputados emigraron, han sido unos meses arduos e intensos de no hacer nada. En casi tres meses desde que se constituyeron las Cortes tras las elecciones, el Gobierno ha presentado cuatro proyectos de ley, tres elaborados por Bruselas. En las comisiones no se habían tratado ninguna iniciativa legislativa. De hecho, todavía había Ministros que no se han dignado a comparecer para presentar su proyecto, como el de justicia por temor a ser ajusticiado. Y para colmo antes de irse de asueto de dos meses y medio, a sus señorías se les ha encendido una brillante luz y han propuesto que la actividad plenaria se reduzca de tres jornadas a dos. Esto último sería escandaloso si no fuera porque en el hemiciclo ya brillan por su ausencia. Entonces saco una segunda y costosa conclusión: aquí trabajan pocos.

Pero debemos mirar hacía delante. Mientras la actividad parlamentaria escasea, el futuro se descontrola entre escándalos de corrupción, dependencia judicial vendida al poder, crisis económicas, partidos políticos desorientados de valores y faltos de ideologías que se ciernen sobre sus propios intereses y, cuando les interesa ,sobre los del ciudadano… un panorama, políticamente hablando, nada halagüeño. Visto que los políticos cierran el chiringuito, ¿qué podemos hacer?

He aprendido que hacer críticas que no dan soluciones desvirtúa todo buen raciocinio. No hay que hablar mal del Parlamento, de su juego democrático, del comportamiento de sus señorías, si no se plantea una alternativa constructiva. Por eso, es el momento de imaginar ideas que parezcan preferibles, el momento de soñar despiertos. Es hora de la revolución, en palabras de Ortega y Gasset, la implantación de un nuevo orden que tergiverse el tradicional, la evolución de la democracia.

Hay que cambiar las reglas o crearlas, los políticos están obligados a trabajar, están atados por el vínculo moral que les une con sus ciudadanos. En el Congreso, para llevar a cabo la evolución, la clave está en los partidos políticos que son esclavos de sus propias jerarquías. Nuestros diputados no son libres para votar, están subyugados a las disciplina de los partidos. Como ciudadano libre me gustaría que mis representantes también lo fueran.

Por otro lado, es el momento de invocar el espíritu de Tomas Moro y emular a los utopienses poniendo cadenas de oro a aquellos mandatarios que no trabajen, es decir, controlando su asistencia respecto a su salario, -como sucede con todo trabajador que tiene que ser consecuente con su labor-.

Cierto es que el juego parlamentario en general no es atractivo. Debería ser más dinámico. Por ejemplo, las votaciones se deberían hacer en el momento en que se termina de presentar una iniciativa legislativa para evitar la fuga de cerebros durante toda la sesión. Los Diputados deberían estar sentados todo el tiempo que fuera necesario en su escaño, pues tienen el deber de escuchar otras posturas diferentes a las de su partido para posteriormente discurrir su posición y votar como personas representantes y libres. Asimismo sería conveniente que supieran de lo que hablan y dejaran de leer –o mal leer- al pie de la letra documentos tediosos que se podrían facilitar directamente al resto de los Diputados por escrito evitando aburrir al personal. Se eludiría de la mediocridad buscando prestigiar la oratoria.

El control sobre los políticos debe ser mayor y por ende, sobre los partidos políticos. Otros avances, fuera del Parlamento, pasarían por la limitación de mandatos, las listas abiertas, las elecciones directas, la incompatibilidad de cargos públicos… ¡Son tantas las metas que alcanzar! Sin embargo, observando esta situación peliaguda, hoy me conformaré con que en el día de mañana vengan a trabajar.


Vergogna
(11/06/08)

Tras siete años de estudio de la política, casi dos como asistente técnico -ahora con Rosa Díez-, el destino me ha llevado al Congreso de los Diputados, el corazón de nuestra democracia. A medida que transcurre el tiempo, tengo la sensación de que cada vez sé menos de la materia a la que me dedico. No hay día en que no aprenda algo nuevo, tampoco existe el día en que no ratifique firmemente la creencia ancestral de que nuestro sistema político cada día está más caduco.

Lo peor de todo es que he llegado a la infausta conclusión de que los actuales partidos políticos hacen brecha y cada vez representan menos a sus ciudadanos. Sólo expreso las sensaciones que tengo al observar a diario como funciona y se comporta la Cámara parlamentaria.

Se abre la sesión, el Presidente toma la palabra. En el ruedo se respira colegueo, risas y buen rollito entre todos los señores diputados que posteriormente generarán crispación entre sus ciudadanos con sus palabras en público.

En esta gran plaza de toros, por haber, no hay ni políticos durante el tiempo de la corrida. Empieza el pleno y alguien habla. Bienaventurados los presentes aunque aún más los que escuchan los discursos. Se tratan iniciativas de toda índole que afectan a la sociedad y sin embargo, entre el bullicio de los presentes, entradas y salidas, sigue desolada la plaza.

Transcurridas unas horas de actividad democrática, se acerca el momento de “la verdad”, la votación. Entonces la melodía de las trompetas y timbales resuena por pasillos y despachos del Congreso recordando a los señores diputados el cambio de tercio, atrayendo al rebaño perdido como cuando Juan Ramón Jiménez llamaba dulcemente a Platero y este venía a él con un trotecillo alegre que parecía que se reía, en no se que cascabeleo ideal…

Una vez presentes se aprueban o rechazan las distintas iniciativas. Para orientar a las señorías recién llegadas, -en acto de profunda de manifestación democrática-, un torero o torera, con su vestimenta llamativa, levanta la mano e indica como en una táctica de baloncesto que tiene que votar su grupo político. Así es cómo los diputados de los dos principales partidos (PP y PSOE) reciben las instrucciones de lo que debería de ser su comportamiento durante la votación.

Y yo no puedo evitar analizar este comportamiento parlamentario, me siento delante del ordenador y mientras escribo este artículo los socialistas están votando en contra de medidas laicistas. Nacionalistas que se prostituyen como en el sonado caso Taguas, vendiéndose sin principios con la mano extendida para cobrar sus intereses. Otros votan a favor lo que en otro día rechazaron. Tras pocos días de observación se cala completamente el juego parlamentario, Don Mendo diría, no hay que emular a la ardilla para saber, ¡vive Dios! como es el Rey de Castilla. No hay que ser el Rey de Roma para que uno se cerciore como se comportan los partidos.

Discurro que la mayoría de los discursos sobran en el pleno. A la hora de votar cada movimiento o acto está pactado con intereses de por medio. No importa si votan en contra de sus principios, -si los hubiera-. Con ausencia de lógica o de coherencia, se llega a votar sin rumbo ni ideología que valga. En los partidos mayoritarios se vota al unísono y cuidadito con el que se salga de la línea, sino que se lo digan al pobre diputado socialista, Juan Antonio Barrio, que se equivocó de botón y votó en contra del imperativo de su partido en el caso Taguas. Con tanto intereses, con debates de puro trámite, el proceso político termina siendo una pantomima, nuestra democracia se devalúa y, aunque sea duro, el Congreso llega a ser una autentica vergogna.

No creo que estos comportamientos parlamentarios sean los que los ciudadanos queremos. Me sigo preguntando si realmente esta gente representa a los ciudadanos ya que muchos de ellos ni siquiera se sientan en su escaño más que cuando Juan Ramón llama a Platero para votar. Lo único que están consiguiendo es desprestigiar el nombre de la política y hacerla cada vez menos interesante para los españoles. Menos mal que no todos se comportan así, que un reducto sobrevive ahora, y espero que siempre, a la mediocridad.

Con el desencanto de la rutina democrática no deja de venirme a la memoria las lecciones de Hobbes. El filósofo inglés decía que el poder natural recae en los hombres y es “el pueblo” quien se lo cede al Estado, pero puede reclamárselo cuando crea que el Estado no hace buen uso del poder… De igual forma, algún día llegará el momento en que los ciudadanos reclamemos lo que es nuestro: la política.

2 comentarios:

Kobol dijo...

Francisco Jerez a la Champions xDDD

candidato 18 dijo...

sin duda sería un gran candidato para las elecciones europeas... joven aunque sobradamente preparado